En un mundo donde la comunicación efectiva y la creatividad son habilidades esenciales para cualquier empresa, los talleres de escritura pueden convertirse en una herramienta clave para potenciar el talento dentro de un equipo de trabajo. Más allá de ser una actividad literaria, escribir con libertad y estructura impulsa la innovación, mejora la resolución de problemas y fortalece la colaboración entre colegas.
Es de noche, las estrellas se disponen en su sitio para estar presentes, el sonido de los grillos no quiere quedarse atrás. El fuego atempera el ambiente, mientras una mujer mayor atrae la atención de los demás, el resto se ha acomodado formando un círculo. Se entona la voz y empieza a relatar: Sucedió hace muchos años atrás, diría que siglos, les contaré sobre nuestra historia y de cómo el todo se originó…
El fuego, el círculo, un contador de historia, el grupo; son los símbolos que forman una imagen que ha estado instalada, desde tiempos arcaicos, en nuestro imaginario colectivo. Nos remontan a una situación grupal donde alguien cuenta una historia de carácter mítico o legendario que involucra al colectivo. La historia puede converger en distintos significados y estos podrían influir en el modo de concebir una situación en particular, en su relato nos recuerda que hay algo que vuelve a estar vigente por medio del tiempo y que está vivo. “Los símbolos se convierten en figuras míticas cuando forman parte de una elaboración colectiva, histórica y concreta” dice Rosario Scrimieri.
Para Jung, el mito fue parte esencial en su obra, forma parte fundamental de nuestro inconsciente colectivo, se adapta a la cosmovisión y realidad de cada pueblo, sin perder su esencia. Así como el mito, podemos hablar de los cuentos de hadas, cuyas narraciones tradicionales arraigadas en el folclor, suelen incluir elementos mágicos y personajes, que sin ser deidades, tienen un carácter fantástico. Ambos relatos milenarios se han ido transmitiendo de forma oral y escrita, lo cual se ha instalado como una experiencia arquetípica quedando su huella en nuestro inconsciente.
En tiempo actuales los espacios de contarnos historias han ido cambiando, si bien aún está vigente el ritual del fuego, el círculo y la narración como tal, hoy en día se ven distintas maneras de llevarlo a cabo adaptándose en diferentes lugares. Es posible que no haya un fuego como tal, pero sí estará presente en lo cálido de la convocatoria, en la narración de la historia y en su espíritu desde la intención. Es posible que no haya un círculo formado y que incluso la presencia grupal trascienda el espacio físico y esté dispuesto en lo virtual, sin embargo, mientras haya personas, su entidad estará presente y su imaginario colectivo a disposición.
¿Por qué aún es necesario escribirnos y contarnos historias en un contexto donde convive el grupo? Podrían haber muchas respuestas que van desde el sentido de pertenencia a fortalecer los vínculos o activar la imaginación colectiva y su potencia creativa; respuestas que son acertadas y necesarias en nuestros tiempos, sin embargo, en un nivel más profundo nos encontramos con historias que no solo comunican, sino que nos conectan desde un presente con eso manifiesto que está vivo, es decir con lo arquetípico de relatarnos. La escritura y el relato colectivo retoma el espíritu del mito, se convierte en una forma ancestral en la cual nos reconocemos como grupo en un momento presente, una experiencia arquetípica que nos trasciende en generaciones.
Andrea Moraga Sepúlveda es Psicóloga Clínica (UDP), Diplomada en Fundamentos y Práctica de la Dramaterapia (U. De Chile), Diplomada en Psicología Junguiana (PUC) y Astróloga (CACH), certificada en ISAR-Cap. Es socia y facilitadora de experiencias en Ideas al Margen.
Ilustración de Albert Álvarez Marsall según idea Enrique Baqueano (diario ABC España)
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